Por Marcelo Cantelmi
SAN PABLO – Argentina hoy en Brasil, está en boca de todos. Pero es una condición que improbablemente alimente el desgastado narcisismo nacional de los rioplatenses. Es que no es la admiración ni el amor el motivo de tanta invocación, sino el miedo. Nuestro país, o más exactamente su crisis catastrófica, tomó formas de un espejo en el cual los brasileños detestan reflejarse. Aunque los obliguen a ello.
Mezcla de verdad y mentira, hay dosis evidentes de oportunismo político en la visión de Argentina promovida especialmente por los candidatos políticos para las elecciones cruciales del domingo. Y también mucha televisión que agigantó el impacto. El infierno tan temido es que la crisis propia de los brasileños acabe en un descontrol similar al que los habitantes de esta nación vieron en sus televisores, con escenas de gente protestando frente a bancos cerrados en Buenos Aires, retahíla de presidentes asumiendo y renunciando y los organismos internacionales crucificando sin atenuantes a los argentinos por declarar el mayor default de la historia del capitalismo.
La campaña del candidato oficialista José Serra llegó en un momento a hacer palpable ese pánico. Uno de sus spots mostraba un largo camino que se bifurcaba. Una de las sendas, la que seguían todos sus adversarios y particularmente el favorito del Partido de los Trabajadores, Lula da Silva, se dirigía a la Argentina. La otra, la de Serra, al éxito.
Este enviado se topó con brasileños que expresaron una solidaridad espontánea, como la destinada a algún sobreviviente del infierno. Las preguntas iban desde la violencia hasta la pobreza, que aquí incluso es imaginada con extremos aún más sórdidos que los que en verdad ya tiene. “Yo estuve en Bariloche en 1980. Y el país era tan rico”, dice Adalice de Souza, una camarera que reconoce que estuvo pensando en mudarse a Argentina. “Pero ahora no se puede, es peligroso. Vi en TV la gente pidiendo y los robos a mercados”.
—¿Sus políticos dicen que eso puede suceder aquí?.
—No, no. Aquí no. Eso no va a pasar.
Los intelectuales que han seguido el proceso reconocen que la gente está muy impresionada. Para Maite Celada, una argentina que hace 16 años vive en Brasil y es profesora de letras en la Universidad de San Pablo, “Argentina fue usada medio diabólicamente sobre todo para asustar con la posibilidad de que Lula gane”. Pero también hubo mucha información para que los políticos pudieran armar ese referente temible y volcarlo a la campaña. Incluso el propio candidato del PT llegó a mentar que Brasil no es una republiqueta, aclaró que no es Argentina y prometió que no va a quebrar.
“Acá hay un programa muy bueno los viernes a la noche en la TV Globo. Hicieron uno sobre Argentina, sobre lo que le sucedía a la clase media. Mostraban las heladeras vacías, a la gente comiendo alas de pollo, lo más barato”, comenta Maite. Para ella, el brasileño no termina de entender lo que le pasó a sus vecinos y tampoco lo termina de creer. “La imagen que recibieron es que el futuro nuestro será como en Argentina, la argentinización de Brasil”, y prendió alimentada además por la rivalidad histórica con los argentinos.
Un diplomático latinoamericano basado en San Pablo coincide en que en parte operó esa relación de amor y a veces de irritación entre los dos países. “Se mostraban fotos que para el imaginario brasileño eran imposibles sobre Argentina: las fotos de los mendigos, personas haciendo cola esperando comida, los cartoneros”, dice y reflexiona: “Entre la gente de aquí está aquello de que los argentinos siempre aparecían como los más lindos, los inteligentes. Y de pronto descubrieron que no eran tan lindos ni tan exitosos. Ese sustrato cultural se notó en esta crisis”.
Hay también heridas recientes. “Es que los argentinos vivían con Brasil pero estaban enamorados de los Estados Unidos”, bromea con Clarín, Marco Aurelio García, eventual canciller en un gobierno de Lula al remarcar los costos de la política de relaciones carnales practicada por Buenos Aires que acabó erosionando al Mercosur. El periodista brasileño Lourival Sant”Anna, un reportero especial del diario O”Estado de Sao Paulo que ha cubierto desde la crisis argentina hasta la guerra de Afganistán, reconoce que han habido sentimientos muy ambivalentes frente al desastre regional, pero al cabo los brasileños “han reflexionado de modo similar a los argentinos. Estamos en el mismo barco. Lo de la moneda por ejemplo. Eso tiene para nosotros una imagen muy vívida: una moneda que pierde el valor muy rápidamente. Y claro, lo de la televisión como consecuencia de eso, ha asustado un poco”, le dice a Clarín.
Brasil en verdad no ha experimentado el desplome institucional de la Argentina, pero el real ha sufrido una erosión enorme estos meses con una devaluación de casi 60%. “Hay una inestabilidad económica grande aquí, muchos problemas y eso es lo que genera un sentimiento de solidaridad”, repite Sant”Anna. El espejo es tan intenso que diarios brasileños que tienen hasta dos corresponsales en Buenos Aires ha enviado equipos de periodistas adicionales a nuestro país para intentar averiguar realmente qué es lo que produjo la catástrofe.
Esta noción solidaria se alimenta entre otras causas, de las presiones que ambos países sufren de parte de los organismos internacionales, entre ellos el FMI, que aquí la gente ve también como parte del problema. Hace un par de semanas la revista conservadora británica The Economist sostuvo que “hay estudios recientes que sostienen que la carga de deuda de Brasil puede volverse insostenible” y acabar así en un default al estilo argentino.
Lo atribuía a las dificultades que el país podría enfrentar para cumplir, cualquiera sea el nuevo presidente, con la meta de un superávit fiscal de 3,75%. Ese justamente es el mayor ariete del Fondo cuya prédica en plena campaña y lejos de cualquier cuidado diplomático ha tenido el efecto de unir en su contra el mensaje de derechas e izquierdas.
Publicado no site Clarín. Copyright: Clarín. Todos os direitos reservados.